Y así fue como más de un conservador de anecdóticas inquietudes artísticas se arrepintió de haber escuchado por fin la voz de Chaplin. Se trataba del inmigrante, el camarero, el trasnochado, el vagabundo que siempre prefirió a abrir la puerta y luego tener que pedir perdón, que quedarse sin poder velar lo que algunos se empeñaban, por aquel entonces, en ocultar.
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